NAUSEAS
Juan Beat
"El beso"
Cutter y tinta sobre papel de carnicero
Javier Molinero
1991
Cada
vez envejezco más, ni si quiera puedo ya beber, el pasado fin de semana pasé
una madrugada tortuosa; que triste es no despegarse del retrete, vomitando… y
esperando a que cada visita al baño sea la última, quizá, como el último trago,
quizá como la última mujer cuidándome, limpiando la sangre en la comisura de mis
labios después de vomitar. Se que es inevitable, incluso no se cuántas veces lo
he repetido y no es que sea un vidente, pero la soledad y la enfermedad me
rodean; simplemente es cuestión de modo de vida. ¿Las esperanzas? Se fueron en
cada visita al retrete, ni si quiera ahora tengo ánimos de beber, me da miedo
despertarme por la madrugada y sentir náuseas y saber que incluso el alma se va
en cada descarga de lo poco que queda de mi estómago. Me he servido un par de
tragos de scotch y me siento fatal, me da vueltas la cabeza y las nauseas
regresan; eso se llama aversión
condicionada, espero curarme pronto. Muchas personas han querido que deje
de beber, que no sea un irresponsable ebrio y necio queriéndome quedar en
cualquier lugar para seguir alimentando mis fantasmas y fantasías de lo que
nunca seré, y lo logró un malestar estomacal… ahora prefiero un suero con
electrolitos, a todas horas lo tomo, como mi eterna cerveza o como el scotch
que me reconforta. ¿Soy un patético… o soy un vejestorio? Las dos cosas seguramente, es tiempo de dejar
de beber, solo este trago y en verdad suplico por no visitar el retrete una vez
más.
Los
retretes son para ebrios solitarios, son para los descorazonados a los cuales
su “concepto de alma” les importa lo mismo que aquella cantina llamada la “apestosa”,
el salón Orizaba, en donde cualquier conciencia terminaba destrozada… y todo
por un par de tragos en la úlcera gástrica.